sábado, 31 de agosto de 2019

HOY EL DESAFÍO ES ACEPTAR NUESTRAS MANCHAS

Guillermo y Pilar tienen 5 hijos de 21, 20, 15, 12 y 5

¡HELADO DE CHOCOLATE NO, POR FAVOR!

Nuestro hijo pequeño es muy trasto y muy niño, muy normal vaya... Ha puesto un toque de alegría especial en nuestra familia, con sus ocurrencias, razonamientos, preguntas... pero hay algo que a mí me cuesta mucho, y es que se ensucie. Y claro, un niño de cinco años... Es evidente que no puedo pretender que vaya siempre como los chorros del oro. Ahora en verano, cuando salimos a dar un paseo y nos tomamos un helado siempre pide el de chocolate. Cuando le pregunto qué sabor quiere, mi cara es un poema, porque ya sé qué me va a responder y ya sé lo que va a pasar, ¡va a acabar con la ropa llena de churretones! El chocolate es implacable... no hay nada que yo pueda hacer.

Qué poco me gusta la suciedad, mostrar mis manchas, mostrar mi imperfección, que los demás se den cuenta de mi pecado. Para mí es una humillación. Me pasa igual con mis hijos. Que los vean sucios me cuesta. Pero somos muy imperfectos, y que los demás nos vean así es un aprendizaje también. Hoy dice la palabra "Quien se enaltece será humillado y quien se humilla será enaltecido" y veo que para nuestra familia es un camino de ir aceptando que el que es pequeño como un niño se va a ensuciar con el helado de chocolate, o con el barro, aunque salpique al saltar fuera.

Qué bonito además sentir que Dios te quiere una inmensidad, independientemente de tus manchas y de lo pequeño que seas o te sientas, es más, está esperando a darte un abrazo enorme cuando te presentes así ante Él para decirte lo mucho que te quiere. Creo que es algo que los padres tenemos que aprender a hacer con nuestros hijos, pues a mí, darle el abrazo a mi hijo cuando se ha llenado de chocolate... como que me cuesta mucho.

Por eso hoy el desafío en familia es aceptar nuestras manchas de chocolate, en la familia y en nuestros hijos. Aceptar como padres los fallos de nuestros hijos, enseñarles a superar los escollos escuchándolos y abrazándolos. Ponernos en su lugar para darnos cuenta de que son pequeños y aún estan creciendo. Eso no significa que no haya que corregir, pues Dios corregía a su pueblo, pero también le mostraba su inmenso amor.



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