sábado, 24 de noviembre de 2018

HOY EL DESAFÍO EN FAMILIA ES PEGARTE A LOS CIMIENTOS

María y Miguel tienen un hijo de 11 años. 

*AMENAZA DE RUINA*

La familia de mi marido procede de una zona histórica, llena de hermosos monumentos artísticos. La iglesia del pueblo es espectacular, una auténtica catedral. Ha estado cerrada muchos  años por amenaza de ruina. Los cimientos se estaban desmoronando. Después de décadas de esfuerzo acaban de abrirla de nuevo al culto. Todas la autoridades acudieron al evento, y lo que es más importante, acudieron también los feligreses, entre los que nos encontrábamos mi marido, mi hijo, mi suegra y yo. 

Las iglesias, por grandes y hermosas que sean, son obras humanas, pero la Iglesia de Jesucristo tiene unos cimientos irrompibles. Él es la piedra angular.  Ni las lluvias, ni los terremotos, ni el paso de los siglos pueden minarla. Habrá épocas duras, de un sufrimiento tremendo, tal vez humanamente insoportable. Podrá parecer que la Iglesia se tambalea, pero es sólo un espejismo. Debemos confiar en su palabra. Nos lo dice varias veces en las lecturas de hoy: "El Señor reina", "Su reino no tendrá fin", " Su dominio es eterno y no pasa", "Soy rey". Si Él es el rey de nuestra vida, si la Iglesia se apoya en su persona, ¿de qué tenemos miedo? 

*Hoy el desafío en familia* es rezar por la Iglesia, como el papa Francisco nos pide con frecuencia. Estar cerca del papa es una forma muy concreta de seguir los pasos del Señor. Reza sin miedo, con confianza, sabiendo que aunque arrecie la tormenta, si permanecemos muy cerca de los cimientos, nada se pierde. ¡Feliz domingo!





sábado, 17 de noviembre de 2018

HOY EL DESAFÍO ES CELEBRAR LA VIDA

Guillermo y Pilar tienen 5 hijos de 21, 19, 14, 11 y 4 años.

*CÓMO PASA EL TIEMPO*

Dentro de poco es mi cumpleaños, y el de mi cuarta hija, que cumple 12 añitos. Siempre lo solemos celebrar juntas y es un día muy bonito en familia. Y ya, con la edad que voy teniendo, acercándome al medio siglo, me salen las típicas expresiones… ¡Cómo pasa el tiempo! ¡La vida vuela! ¡Todo pasa tan rápido! Solo mirar a nuestros hijos, sus amigos, la casa, ¡todo ha crecido! Hace nada nos estábamos casando y dentro de poquito celebraremos las bodas de plata. Y es que muchas veces nos gustaría que el tiempo se parara, para disfrutar más de los peques o de momentos maravillosos que después van quedando atrás… 

Pero yo pensaba estos días cuántas cosas maravillosas nos ha regalado Dios, a nosotros como matrimonio y como familia, y me brotaba el agradecimiento, también por los momentos malos, que los hemos tenido, porque nos han reforzado. Se me venía esa cita del Evangelio cuando Jesús cura a diez leprosos y solo uno se vuelve para agradecérselo. Y es que muchas veces, en lugar de dar las gracias por los que me rodean, me surge todo lo contrario: el sentir la carga, el no puedo más, quiero que me la quiten, que otro lo haga por mí, yo dimito, paren el tren que me bajo. 

Y sin embargo, los demás son esas perlas preciosas que Dios nos regala para amar, para coger la cruz, para dar la vida. Cuando alguno de mis hijos se queja de que no le apetece algo que tiene que hacer, yo le pregunto: “¿Tú crees que me apetece a mí hacer la cena para ti todos los días?” Y ya no se queja más: da media vuelta, pone cara de circunstancias y se pone a hacer su obligación.

Y yo me pregunto muchas veces: ¿Cómo podemos transmitir a nuestros hijos esto? Porque parece que hoy día lo que está de moda y lo que ven fuera de casa es lo contrario. Creo que la respuesta a esa pregunta es más fácil de lo que parece: *que nos vean felices*. Si ellos nos ven felices, querrán lo mismo que nosotros vivimos.

Por eso *hoy el desafío en familia* es no olvidarnos de pedirle al Señor esa alegría de amar y de dar la vida, de disfrutar todos los momentos con la familia, con la gente que nos rodea, en todos nuestros ambientes. A veces parece que las circunstancias nos pueden y nos apetece borrar con goma por lo menos por un rato a alguno que tenemos cerca, es muy normal. Pero en esos momentos podemos levantar los ojos al cielo y pedirle al Señor esa capacidad que tenía Él de mirar con misericordia y compasión aunque le estuvieran haciendo tanto daño.


sábado, 10 de noviembre de 2018

HOY EL DESAFÍO ES DARSE HASTA QUE DUELA

María y Álvaro tienen una hija de dos años y otro en camino.

*AMAR SIN BATERÍA*

Cansados del día, agotados por todo, físicamente en las últimas y con ganas de dormir. Y justo hoy nuestra hija tiene rabieta nocturna, "No quiero cenar" y toca pelear la cena, hacer acopio de la paciencia que queda escondida en algún rincón de tu cuerpo para poder, con cariño, ser fuerte y constante, pero sin soltar los gritos que apetecen.
Y esto mismo nos pasa con nuestro cónyuge a veces. Que pensamos "Bastante he tenido ya hoy como para que ahora la tengamos por esto o por lo otro".

Pues hoy en el Evangelio, el Señor nos dice que la limosna que más vale es esa pequeña que cuesta, como esa monedilla de la viuda que en realidad lo estaba dando todo. Más que los jaleos que has resuelto en el trabajo, tan grandes y costosos, más que las colas en la compra y que los malestares propios... más que eso, los actos de amor que nos pide cuando parece que ya no nos queda nada, son los que más valora.

Me imagino a la viuda como a los personajes de Robin hood, vaciando su pequeño monedero para sacar lo poco que tiene y entregarlo al Señor, que en este caso es el que lo hace todo nuevo.

Por eso, *hoy el desafío en familia* es amar con las pocas fuerzas que nos quedan, en esos momentos en que parece que ya no queda nada en nuestro monedero, que nuestra batería se ha agotado, pues ahí nos busca hoy Dios. Imagina cómo recibió el Señor a la viuda, cómo le diría “¿Te acuerdas de esa monedilla? ¿De esos pañales que cambiaste? ¿De esa sonrisa que pusiste cuando no te apetecía? Pues aunque no te dieses cuenta, a mí se me estaba cayendo la baba contigo. Con eso, estabas redimiendo el mundo”.



sábado, 3 de noviembre de 2018

HOY EL DESAFÍO EN FAMILIA ES CAMBIAR LOS APELLIDOS

Antonio e Isabel tienen dos hijos de 6 y 8 años

*UNA NOTICIA MUY ESPERADA*

Hace una semana hemos recibido una imprevista caricia de Dios: por fin, después de años de espera y oraciones, nos llaman para ir a recoger un papelito, por si queremos cambiar los apellidos de nuestros hijos… Era nada más y nada menos que la decisión judicial por la que nuestros hijos pasaban de una situación de acogimiento a otra de adopción. 

En la práctica, no ha cambiado nada. Menos aún para mis hijos, que no se han enterado. Pero ha cambiado todo. Es como cuando te das cuenta de que estáis embarazados. Parece que todo sigue igual (sobre todo para el padre), pero ha cambiado todo: ya no eres la misma persona, ¡eres padre! 

Hablando con el Señor  de lo que nos ha costado que llegara este momento, y lo poco que lo estamos disfrutando, me di cuenta de que a Él le ha costado mucho más cambiar nuestros apellidos. 
“Mirad qué amor nos ha tenido el Padre para llamarnos hijos de Dios, pues ¡lo somos!”

Tú no te das cuenta, pero tus apellidos han cambiado. Has sido amado por encima de todo. “Porque tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo Unigénito, (...) para que el mundo se salve por él”. Por eso pudimos celebrar el jueves la fiesta de Todos los Santos. Con su sangre nos ha limpiado, y nos ha hecho como Él, Hijos de Dios.

*Hoy el desafío en familia* es que te dejes cambiar el apellido. Ya no eres López, ni García. Ahora eres Antonio, Hijo de Dios. Isabel, Hija de Dios. Vales toda la sangre de Cristo, que ha muerto por ti para que formes parte de su familia. Tienes una morada en su casa, ¡para siempre! Como los niños pequeños, tienes Su mano al alcance de la tuya. Sólo tienes que levantarla para ir cogido siempre de tu Padre, que te ama por encima de todas las cosas.