VOLVIENDO A LA VIDA
Fin. Se acabó el permiso de maternidad. Empieza la vida real, y, desde el oasis que han supuesto estos meses con el bebé, da mucho miedo. Miedo a no tener tiempo para todo: ¿cómo vamos a sacar la casa adelante, y atender al bebé, y a los mayores, y las extraescolares, y los compromisos con la parroquia, y…?. Miedo a no dar la talla en el trabajo, a no ser capaz de enfrentar ahora los problemas que ya antes me costaban.
El Evangelio de este domingo nos presenta a cuatro pescadores, hermanos entre ellos, remendando las redes. Y Jesús que pasa y les cambia la vida. Estaban metidos en sus problemas, en esa red que nunca se acaba de reparar del todo. Sin horizonte. Y llega Jesús y da un nuevo sentido a lo que hacen. Los hace pescadores de hombres.
Señor, tú cuentas conmigo. Me acompañas y valoras mi vida corriente, las horas de pasillo con el bebé en brazos a las tantas de la madrugada, mis clases al día siguiente con palillos en los ojos y a medio preparar, ese dolor en la espalda o en la cabeza que no se quita en todo el día… Tu presencia es una luz que me ilumina y me da una nueva perspectiva, He dejado de sobrevivir para hacer las cosas por amor.
Hoy el desafío en familia es dejarse iluminar por la llamada del Señor, en la familia y en el trabajo. Mirar nuestra vida con sus ojos, preguntarle: ¿Qué quieres que haga? ¿Hacia dónde tiramos las redes? ¿Cómo puedo, contigo, amar mejor a mi esposo, mis hijos, mis compañeros de trabajo, la gente que me rodea? Y como Andrés y Pedro, Santiago y Juan, recorreremos con Él los caminos de la vida.
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