domingo, 9 de junio de 2019

HOY EL DESAFÍO ES PEDIR LUZ COMO PADRES

Guillermo y Pilar tienen 5 hijos de 21, 20, 15, 13 y 5

¡RÁPIDO, QUE SE DESANGRA!

La familia es un lugar donde se aprenden muchas cosas: generosidad, comprensión, humanidad… Cada día nos trae algo nuevo de lo que sacamos mucho jugo: las conversaciones en la mesa, los juegos con los niños, incluso los enfados y las dificultades nos enseñan cada día. Una de las cosas que echo yo de menos es la rutina… Creo que llevo varios años suspirando por una semanita de sosiego y paz, una semanita donde todo sea previsible y no “ocurran sorpresas”, pero nada, esa semanita no llega.

El lunes pasado fue unos de esos días especiales en los que la familia aprendió, ¡pero bien…! Nuestros hijos estaban jugando, y por enésima vez se habían olvidado de unas cuantas reglas que repetimos por activa y por pasiva pero que parece que se resisten a entrar en sus cabecitas. Cuando mi hija entró en el cuarto corriendo perseguida por el pequeño y cerró la puerta, el perseguidor debió creer que era el Capitán América o algo así y debió también pensar que a él no se le interponía nada por delante, así que decidió atravesarla, con tal mala suerte, que lo consiguió, y que además la puerta era de cristal.

Yo estaba en un cuarto al otro lado del pasillo, imbuida en mi estudio y centrada en esa paz que da el aislarse del mundo… pero lo escuché todo: cristales rotos, gritos y llantos, salí disparada y ahí me lo encontré, igual que en un campo de batalla de una película. ¡Mamá, Guille se ha cortado!, todos gritaban y lloraban, y el brazo del niño ensangrentado, y él también… la herida era muy importante y profunda y recorría todo el antebrazo.

En ese momento lo primero que piensas es: ¡un médico, una ambulancia, rápido que se desangra! Además de ¡Dios mío, que no se me muera, ayúdanos! Pero los segundos pasan, el médico no va a llegar por arte de magia y la ambulancia puede tardar así como quince o veinte minutos y entonces te das cuenta de que ahí tú eres el médico y también la ambulancia y que hay que reaccionar. Guillermo se bajó rápido a por el coche y yo recordé las veces que nos han explicado primeros auxilios y rápido busqué algo para hacerle un torniquete. En menos de 10 minutos estábamos rumbo al hospital, la herida ya no sangraba…  le atendieron muy bien y a la mañana siguiente le repararon bien el brazo en quirófano. Ya está curando y todo se ha quedado en un susto.

Hay una lección que he sacado de esto, y es cuanto nos necesitan nuestros hijos, somos sus padres y debemos estar ahí para todo. Muchas veces sentimos que no sabemos, que no lo hacemos bien y tenemos la tentación de que otros lo hagan por nosotros, en lo espiritual, en la educación… y a veces cedemos a esa tentación. Porque nos asusta asumir la responsabilidad. Y es que los hijos no vienen con el “manual de instrucciones”. Pero el Señor nos da esa gracia como padres de saber lo que es mejor para ellos en cada momento. Es cuestión de pedírselo al Espíritu Santo, que nos guía cada día en esta labor.

Hoy el desafío en familia es asumir que somos padres y ellos son hijos y nos necesitan. Fiarnos del Señor y pedirle, y Él nos va a regalar su Espíritu Santo para guiarnos en esta labor tan bonita. En cada circunstancia que dudemos con nuestros hijos, si acudimos a Él, nos dará la luz que necesitamos para poder ser Padres: guías, médicos, modelos, para nuestros hijos.




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