VAIVENES ADOLESCENTES
Nuestro hijo está un poco insufrible. Aunque tiene sus días, la pubertad le ha dado fuerte. Gracias a Dios, sigue siendo un niño bueno y cariñoso pero hay momentos en los que no lo aguanta ni su madre. Se pasa la tarde (que es cuando más nos vemos) retándome, a ver hasta dónde puede llegar o tratando de molestarme hasta que me enfado. Sé que yo soy la madre y la adulta pero algunas veces, más de las que yo quisiera, me saca de mis casillas. Normalmente se calma al llegar la noche y, después de rezar, me abraza y me dice cuánto me quiere. "Obras son amores..." suelo pensar, pero la verdad es que con ese gesto me desarma.
Con qué frecuencia nos equivocamos y herimos a los seres más cercanos y queridos sin pretenderlo. Y qué bueno es tener la valentía y la humildad de pedir perdón. Muchas veces no hace falta que sea de forma directa. Quizá basta un gesto amable o un abrazo, sin palabras. Habitualmente serán cosas sin importancia, pero puede que alguna vez sea algo más grave. Cuando me cuesta perdonar, yo me planteo ¿qué no me habrá perdonado Dios a mí?
Hoy, el desafío en familia es darle un abrazo al Señor. Al final del día (o al principio, o cuando quieras) tómate unos segundos para decirle que lo quieres. No importa lo que hayas metido la pata. Él todo lo perdona y de todo se olvida. Él cuenta con mi miseria y con la tuya, y no se sorprende de ninguno de nuestros errores. Lo único que pide es que confíes en su amor, que supera cualquier barrera. ¡Feliz domingo!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.