*MIENTRAS APRENDEMOS A MIRAR*
El otro día, mi hijo mayor y yo tuvimos una agarrada interesante. El motivo no era muy distinto a posibles discusiones de otros días, pero vamos… Si juntamos que yo estoy un poco al límite, que ellos están a finales de verano, que tienen muchos cambios cerca y que los dos somos de saltar rapidito…¡ya está la bomba preparada!
El caso es que en esta ocasión, en vez de ir a buscarle al poco para hablar con él, me enroqué en mi enfado y así estuve hasta las 7 de la tarde. A la espera de que se diese cuenta de que me había enfadado un montón y de que la situación le resultase incómoda y se acercase a hablarme.
Total, que lo pasé fatal todo el día, como puedes suponer. Lo curioso es que llevamos, Santi y yo, leyendo y hablando del perdón ¡todo el curso! Y parece que se había evaporado todo aquello. Qué manía tenemos de llenar nuestra cabeza y emociones con “cosas” y eliminar lo que nos ayuda a ser más felices, a crecer en el amor, a unirnos a Cristo y a los demás.
Es curioso que yo esperase que mi hijo de 10 años hiciese algo que yo no era capaz de hacer por mi enajenación, por mi ceguera, por aferrarme a los sentimientos negativos. Quería que él fuese el que abriese los ojos a la reconciliación, a la calma, a la paz…cuando es Él el que nos da todo eso.
Por eso, *hoy el desafío en familia* es aprender a perdonar y pedir perdón, que dejes que Él te diga “Ábrete” . Que te ayude a oír y ver lo necesario para ser capaz de pedir perdón y perdonar. Debemos recordar eso de que hay que perdonar hasta 70 veces 7, y que sólo en Él encontraremos la fortaleza para hacerlo y que nos cambie la mirada
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