sábado, 23 de junio de 2018

HOY EL DESAFÍO ES HABLAR DE NUESTROS HIJOS... CON DIOS

Antonio e Isabel tienen dos hijos de 6 y 7 años.

*¿QUÉ VA A SER DE MI HIJO?*

¿Será generosa? ¿Será ordenado? ¿Tendrá muchos amigos? ¿Jugará tan mal al fútbol como yo? ¿Será feliz? 
A lo largo del curso nos hemos repetido este tipo de preguntas, como cuando nuestra hija mayor, que empezaba este curso 2ª de Primaria, declaró la guerra a las matemáticas. Todo empezó con las sumas con llevadas. La tarea diaria se convirtió en una batalla campal: en vez de veinte minutos, duraba una hora. Era ver en la agenda la palabra “cálculo” y entrar todos en ebullición. Quién nos iba a decir, allá por febrero, ¡que iba a sacar sobresaliente en mates al final de curso!
También quería desapuntarse de patinaje, y de nuevo nosotros proyectábamos nuestros propios fracasos en Educación Física: ¿será, por nuestra culpa, una negada en los deportes? Al final, la profe nos dijo que lo importante no era compararla con otras niñas más hábiles, sino que ella fuera feliz patinando a su nivel. Y al final de curso ha conseguido… ¡no caerse!

Todos queremos lo mejor para nuestros hijos, pero muchas veces perdemos la perspectiva. Nos agobiamos al anticipar el resultado de nuestros esfuerzos educativos, sin darnos cuenta de que no tenemos todos los datos en nuestro poder. Primero, olvidamos contar con la libertad de nuestros hijos. Y segundo, olvidamos el plan que Dios tiene preparado para ellos.  
Hoy celebramos el nacimiento de San Juan Bautista. Desde antes de nacer, Dios tenía pensada una misión para él, al igual que para nuestros hijos. La nuestra es la misión de Zacarías, el padre de Juan: recordarles que Dios tiene un proyecto maravilloso para ellos, prepararlos para que respondan a su vocación, a la llamada divina. 
¿Y en qué consistirá esa vocación? Una cosa podemos decir: no en lo que nosotros nos imaginemos, sino en lo que imagina Dios, que es mucho más creativo que nosotros.

Por eso, *hoy el desafío en familia* es que hables con Dios de tus hijos (físicos o espirituales). Cuéntale cómo son, descansa en Él tus preocupaciones, pregúntale qué es lo que quiere de ellos. Y sobre todo, dale gracias por tenerlos, por haberlos llamado a la vida, al amor. Di con Zacarías: “Bendito seas Señor, porque has visitado y redimido a tu pueblo”. Sueña los sueños de Dios para tus hijos, porque Él es quien puede hacerlos realidad.




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