Antonio e Isabel tienen dos hijos de 5 y 6 años.
*DESHINCHANDO EL COCODRILO*
Ayer venía de la playa quejándome para mis adentros mientras, con la silla, las palas y la sombrilla a cuestas, desinflaba la dichosa colchoneta con forma de cocodrilo que tanto me había costado hinchar apenas tres horas antes.
Ayer venía de la playa quejándome para mis adentros mientras, con la silla, las palas y la sombrilla a cuestas, desinflaba la dichosa colchoneta con forma de cocodrilo que tanto me había costado hinchar apenas tres horas antes.
Llevaba un rato refunfuñando contra todo: los caprichos de los niños, el hinchador que se nos había olvidado en casa, el sol, la sal y la arena que me picaban por todas partes… cuando de pronto me acordé de las palabras del Señor: “El que quiera salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por Mí la encontrará”.
*Y me di cuenta* de todo lo que me había perdido (¡una estupenda mañana en la playa!), por no haber sabido perder mi vida, mis mezquinas expectativas. Y le pedí al Señor, mientras vaciaba la tumbona, que me vaciase Él a mí de mis egoísmos y me llenase de su amor.
Esta mañana, con el hinchador, llenar de aire la colchoneta ha sido coser y cantar. Muchas veces, cuando estoy de mal humor, le pido una ayudita al Señor, o a su madre, la Reina de la Paz, para que nos calme los nervios a todos… ¡y funciona! Mucho mejor que llenar la tumbona a fuerza de pulmones.
*Hoy te propongo* que uses el hinchador. Que pienses en qué momentos tienes que vaciar el cocodrilo del egoísmo (suele coincidir cuando estás que muerdes), y le pidas al Señor que te vacíe de ti y que te llene de su Amor. Ya verás cómo, aunque las cruces no desaparezcan, pesarán la mitad, porque no las llevarás solo, y Él compartirá contigo su alegría.
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