domingo, 14 de julio de 2019

HOY EL DESAFÍO ES ESTAR PARA TU PRÓJIMO

Antonio e Isabel tienen dos hijos de siete y ocho años… y alguno más en camino…

UN EMBARAZO QUE NO ME VIENE BIEN

¿Puede un embarazo durar cuatro años? En nuestro caso, sí, pues desde que pusimos la semillita de la adopción hasta ahora, que estamos saliendo de cuentas, ha pasado exactamente ese tiempo. De hecho, la noticia de que teníamos de nuevo la maravillosa oportunidad de ser padres adoptivos… me pilló y me sigue pillando con el pie cambiado. 

Me siento como los otros protagonistas de la parábola del buen samaritano: los que ven al necesitado pero tienen la vida demasiado ocupada como para hacer hueco a los demás. Ya habrá otro que le ayude, se dicen.

Y a mí, que llevo dos semanas de vacaciones con mis hijos, y me encierro en el baño para mirar el móvil, que trato de escapar de mi familia como de una trampa, que veo venir al bebé (o bebés, ojalá) con terror y deseo a partes iguales, me pasa lo mismo que al sacerdote y al levita: que me pierdo la vida por no remangarme y meterme en faena. Porque si no hago castillos ni cojo cangrejos ni escucho las canciones que les gustan a mis hijos, luego no podré recuperar ese tiempo con ellos. Y ellos tampoco. No habrá otro buen samaritano que me sustituya. Esa misión me toca a mí. 

El otro día, mi hijo me llamaba desde la cama. Esa noche dormía con nosotros un sobrino de veinte años, que se levantó para ver qué quería. Pero mi hijo siguió llamándome. Cuando fui, me pidió un vaso de agua. Un poco mosca, le pregunté por qué no le podía haber dado el agüita dichosa su primo. Me respondió que porque él no era su padre. Así que me callé y le llevé el vaso.

Por eso, hoy el desafío en familia es estar para tu prójimo, para tu esposa o esposo, para tus hijos. Para eso hay que mirarlos con ojos nuevos, como los miraría Jesús, el Buen Samaritano: con ojos de enamorado, que ve más allá de la rutina y de los defectos. No hay otro que pueda, ahora mismo, hacerlos sentir mirados, escuchados, queridos como Dios los quiere. Dios te ha puesto a ti para eso. ¡No pierdas la oportunidad!




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