sábado, 4 de agosto de 2018

HOY EL DESAFÍO ES ENFRENTAR TU DOLOR EN FAMILIA

Antonio e Isabel tienen dos hijos de 6 y 7 años.

*EL SUELO MÁS BLANDITO*

“Es que no es lo mismo andar por la Iglesia que andar por la calle”. 
Esto me lo decía una amiga a la salida de Misa, después de despedirse del cura recién ordenado y de desahogarse a medias con él. No se atrevía a contarle todo lo que había en su alma, a pesar de que él se lo había ofrecido, porque pensaba que no le iba a entender. 
*“No, claro, el suelo de la Iglesia está más blandito”,* resumió sin saberlo su hija de 10 años, que estaba poniendo la oreja en la conversación. 

A veces pensamos que los curas, o la gente de iglesia, no nos van a entender, porque no han experimentado la dureza de la vida real, como si vivieran un mundo más blandito, apto para todos los públicos. Y claro, todas esas historias de Jesús son muy bonitas, pero cuando la vida golpea, ni Jesús ni Disney te pueden ayudar. Estás solo. Nadie va a sufrir por ti. Y eso, no nos engañemos, no es más que una tentación.

Después de hablar largo y tendido con aquella amiga, mi mujer y yo nos dimos cuenta de que realmente su dolor no era para despachar con unos consejitos y unas palmaditas en la espalda. Y nos acordamos de tantas familias que lo están pasando mal: situaciones de paro, la enfermedad o incluso la muerte que llega sin avisar; pero peor que ese daño causado por la vida es el que te infligen las personas, muchas veces dentro de la propia familia: odios infundados, ingratitud, abandono, engaños, violencia de tantos tipos… Estremece pensar en todo ese dolor. ¿Qué respuesta puedes encontrar cuando te encuentras en esa situación? ¿No hay ninguna solución, ninguna salida para el sufrimiento?

Una respuesta es la que nos da hoy Jesús en el Evangelio: “El que viene a mí no tendrá hambre, y el que cree en mí no tendrá sed”. Jesús no ha venido para evitar el mal. Lo que promete es saciar una sed más profunda que ese sufrimiento. ¿De qué tienes sed? ¿De sentido? ¿De amor? Él no te quita el dolor, pero te da la fuerza para transformarlo en amor. 

Por eso, *hoy el desafío* es enfrentar tu dolor en familia. No cedas a la tentación de cargar a solas con tu cruz. Busca un familiar, un sacerdote, un amigo con quien compartirla. Ora en familia. Cuando la vida golpea, en familia el suelo está más blandito. Compartida, la Cruz ya no pesa. Y compartido con Jesús, el dolor se convierte en la Cruz que salva. Mi dolor no es en vano: con él completo los padecimientos de Cristo por la salvación del mundo. No pierdas la esperanza: por más que el mal golpee, el amor es más fuerte. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.