Pascual y Esther tienen una hija de 2 años
VACACIONES INTERRUMPIDAS
Este verano se presentaba como un reto. Aunque la peque era un año mayor, había que
contar con varias pruebas personales que nos acompañan. Aún con todo, haríamos lo
posible por tener vacaciones.
Sin embargo, el hombre propone y Dios dispone.
Comenzamos las vacaciones con un planazo y todo salía rodado. Pero en el mejor
momento, seguro que os ha pasado alguna vez: alguien se pone malo, se tuerce un tobillo,
os llega una mala noticia de las familias de origen,... ocurre algo que parece que cambia
todos los planes y los 'chafa' aparentemente.
La primera reacción, casi natural, es quejarme: Pero si todo iba bien, si era Tu plan y no el
mío, si he hecho todo lo necesario y he tenido en cuenta todos los factores... ¿porque ahora
tengo que suspender 'mis vacaciones'? Como si fueran de mi propiedad y no un regalo... Y
surge una visión egoísta: ahora a romper todos los planes de 'mi descanso', con todo lo que
me ha costado...
Mi enfermedad volvió a tocar a la puerta y frenó todas las marchas por el monte, las buenas
comidas, juegos con la peque y actividades con la parroquia... pero nos centró. Nos hizo
reflexionar. ¿De qué estábamos descansando? En ese descanso, ¿cómo llenábamos el
corazón? El estómago no dejamos de llenarlo con un buen chuletón de esos que le hacen
brillar los ojos a mi marido, pero viendo la lectura de hoy me doy cuenta de que no lo
acompañábamos con el mejor Pan.
Mi enfermedad nos dio la oportunidad de llenarnos del Pan de vida. En plena crisis, la
Eucaristía parece ser el más maravilloso regalo, llega a tu corazón y todo lo inunda, se
crece en ti hasta lo más profundo de tu alma... y me lo estaba perdiendo distraída entre
manjares para el estómago.
Hoy el desafío en familia es no distraerse, llenarse del Pan de vida y disfrutar plenamente
de las vacaciones. No permitamos que los cambios de planes, las preocupaciones, los retos
y pruebas nos sirvan para alejarnos, sino que sean buen instrumento para abrazarnos más
fuerte y saciarnos del alimento de vida eterna. Él nos está esperando siempre,
acompasando el ritmo a nuestro paso para no dejarnos caer y tener momentos plenos, vida
plena.
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