sábado, 10 de febrero de 2018

HOY EL DESAFÍO ES ENTREGARSE EN MISA

Antonio e Isabel tienen dos hijos de 6 y 7 años.

*¿MISA O GUARDERÍA?*

Últimamente voy a Misa con el propósito de renovar mis “votos matrimoniales”, como dicen en las películas. Empezamos a hacerlo durante las bodas: al mismo tiempo que los novios, nosotros disimuladamente nos deslizábamos los anillos y renovábamos la promesa: *“Me entrego a ti y prometo serte fiel... “.* Después me fijé en que podíamos llevarlo a cabo en cualquier Misa, durante la consagración, cuando Jesús dice *”Esto es mi cuerpo  que se entrega por vosotros…”.* Aunque ni siquiera estuviésemos juntos, aún así podíamos decirle al Señor: “Yo también me entrego a Ti y a Isa, y a Isa en Ti, hoy, y todos los días de mi vida”.

El sábado pasado teníamos una Misa especial, el bautizo de la hija de unos amigos. Muchas familias, mucho niño, incluidos los nuestros. Nada más empezar, mi hija me dijo que se hacía caca. Así que me perdí las lecturas y parte de la homilía. Luego, tenía que estar pendiente de que mi hijo no la montara mientras bautizaban a la pequeña. 
Cuando llegó la consagración, me puse de rodillas dispuesto a renovar las promesas matrimoniales. Pero claro, en ese silencio que se produce cuando el sacerdote levanta el Pan, perfecto para adorarle y decirle cosas bonitas, la niña de dos añitos que estaba jugando con mi hija empezó a llamarla, con esa alegría desenfadada que tienen los bebés y que saca de quicio a sus padres. 
Me reconocí como padre en la desesperación de mi amigo, que la reñía susurrando mientras ella gritaba más fuerte, adrede, para jugar. Y me di cuenta de que, para el Señor, no había mucha diferencia entre mis oraciones y los balbuceos de aquella niña, o la sonrisa de aquel paralítico cerebral de dos filas más allá, más o menos de mi edad, que lo único que parecía saber hacer era  eso, sonreír. 
Lo que el Señor me pedía que le entregara ese día no eran bellas palabras, sino los juegos de los niños y la caca de mi hija. Así que el resto de la Misa me lo pasé balbuceando por dentro como un bebé cada vez que lo hacía la niña. Y cuando mi hijo se acabó quedando dormido en mis brazos después de la comunión, yo también me quedé dormido... en brazos del Señor. 

*Hoy el desafío en familia* es que renueves tu entrega en la Misa. No hace falta esperar a que se den las condiciones ideales: silencio externo, paz interior… Tan solo pon tus preocupaciones, tus trabajos, tu familia, tu matrimonio, junto al pan y el vino. Aunque sean imperfectas. Él las recibirá con los brazos abiertos, como un Padre al que se le cae la baba con su hijito.



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