*DICHOSOS LOS QUE AHORA LLORÁIS, PORQUE REIRÉIS*
Ninguno de nosotros quiere ver sufrir a sus hijos, de ninguna de las formas: enfermedad, accidentes, violencia psicológica, desprecio o burla, complejos graves, discapacidad y un largo etc... Pero todos sabemos que en algún momento nos puede tocar la prueba. Estos días estoy acompañando a una amiga con una hija muy grave, viviéndolo casi en mi propia carne, y he de decir que duele. Sentir a la sangre de tu sangre abrazase a ti con frustración hasta saltarle las lágrimas y no poder darle ninguna explicación lógica, porque ni tú lo entiendes, es momento solo de llorar con ella y CONFIAR.
Nada más darte la noticia (“Tu hija tiene…”) sobrecoge el miedo. Miedo por querer, como madre, llevar la carga tú sola: crees que depende de ti, te ves sin fuerzas, con mucho trabajo por delante que aplasta, que asusta, que te parece imposible tal y como estás hoy... Pero no es así, el cielo sigue siendo azul, sólo te distrae una nube que no te deja ver.
Levanta tu mirada: es hija Suya antes que tuya, y la AMA, con mayúsculas, sin tus limitaciones. No quiere su sufrimiento, pero lo permite para que podáis amaros, y amarla llegando a ese Amor perfecto del Padre. No midas tu fuerza, mídete con la Suya, y entrégate hasta que duela. Entrégate hasta acabar tumbada de agotamiento, destruida por el dolor o por la frustración de la lucha que no cesa. Porque te lo pide hoy hacerlo por ella y para Él, para crecer en el amor, para aprender a amar hacia el Amor Grande.
Por eso hoy cuando el Evangelio dice «dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis», está claro que te llama a la lágrima hoy. Te pide que participes de su sufrimiento, que padezcas con ella para Él, porque cuando soñó tu misión, lo hizo con ella y sus necesidades y tus limitaciones. Te vio aprendiendo a amar hasta el extremo en tus hijos, en sus sufrimientos, en los tuyos, donde se hace grande su Amor, el que te acerca a Él y con el que reirás por siempre.
*Hoy el desafío en familia* es ver las alegrías y los sufrimientos de tu familia, donde ríes y donde lloras. Y hacernos conscientes que esas lágrimas son el paso para la alegría eterna de Amor: nada pasa porque sí, ni en cualquier momento, ni por ninguna causa, y Él lo hace grande porque te quiere.
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