María y Álvaro tienen dos hijos de cinco y dos años ¡y una en camino!
JUGANDO CON LOS COCHES
El enano tiene dos años, y puedes hablarle y darle una indicación veinticinco veces, que como esté jugando con los coches o ignorándote sin más, le entra por un oído y le sale por el otro. Ni da señales de recepción de la información. Dicen que es normal a esta edad, que es la «primera adolescencia» (oh, Dios mío...) Pero la realidad es que es desesperante para nosotros. Yo a veces tiro palabras que captan atención, tipo «galleta» o «chocolate» a ver si así gira la cabeza en busca del tesoro que ha escuchado, pero a veces ni siquiera esto funciona.
Pero gracias a Dios hay momentos y situaciones en que, aunque parezca otro, este mismo bichito es un cojín de mimos, que nos busca y se acurruca como si fuésemos su único refugio, y me mira preguntando ¿A que tú me proteges si viene un tigre?
Hoy el Señor abre los oídos a los sordos y hace hablar a los mudos, y me planteo si yo le dejo que se acerque a mí, si le escucho o si más bien estoy a mi bola mientras Él me llama una y otra vez, y solo de vez en cuando, cuando tengo miedo, me giro a asegurarme de que Él me protege.
Y creo que en la vorágine de nuestra vida estamos «jugando a los coches» y no dejamos que Él entre, que ponga sus dedos en nuestros oídos y nos disponga a escucharle.
Por eso hoy el desafío es dejar que nos abra los oídos y nos desenrede la lengua; pensar, ahora que empieza el curso, en cómo vamos a dejar que Dios se haga presente en nuestro día a día.
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